martes, abril 22, 2008

Sargento Pimienta


Huarique es un apelativo que designa a un restaurante donde se come muy bien y a bajo precio. Tiene la connotación de escondite, y en estos caso de Tesoros Escondidos, pues no cualquier restaurante de bajo precio es un Huarique, sino solamente los que ofrecen una carta excepcional.
Como tengo una resaca de campeonato solo existen dos cosas en el mundo que me puedan sacar del letargo: Una buena mujer y/o un sabroso platillo de comida pero eso sí que la mujer no sea muy buena (porque me aburren) pero si que este rica (esas valen por dos) y que el platillo no sean tan sabroso porque odiaría compartirlo.
El reloj de pared marcaba las nueve de la mañana cuando decidí no levantarme pero cuando quise volver a cerrar los ojos me acordé que la noche anterior anduve presumiendo que DIA 30 pagaba mis placeres y en esta edición me pagaban por comer.
Es por eso que hoy tuve una cita a ciegas con una gorda preciosa. De ella solo sabía de a oídas que era sobrina segunda de una cocinera y su padre era un rollizo bonachón alérgico a la limpieza.
Gula me dijo que se llamaba cuando me percaté que ya la amaba dejándome sin argumentos de esquina para huir de esta. Ella me miente y yo le creo cada vez que me susurra sin temor que depende del hambre que le tenga para que ella en seguida defina el tiempo que se va a quedar conmigo.
Nuestro primer encuentro fue en el mercado central donde sus servidoras mal uniformadas con gorro de enfermeras porno me llamaban guapo ven siéntate a comer que aquí te damos yapa desde sus puestos (de batalla) se peleaban a este comensal con divertidos halagos. Aturdido por las pastillas para el ego y sin saber adonde mirar me senté en cualquier lugar y pedí que me dieran el jugo especial con un sanguche de hot dog maquillado con mostaza y mayonesa hecha en tu cara sin salmonelosis dicen. Rozaba la felicidad al sexto mordisco cuando me percaté que para ellas todos andaban tan guapos como yo. Herido sequé mi special juice dejando 2 monedas de a sol en la barra. Ya nos vamos conociendo gordita pensé en voz alta.
Me habían dicho que Gula andaba saliendo con un ex constructor de carrocerías de camiones que ahora se ganaba la vida cocinando chancho para ella. Cerca al ovalo Grau en una cochera con portón rojo me dejó el taxista, más intrigado que hambriento toqué la puerta con vehemencia de marido celoso. Cuando me abrieron la puerta fue un amor a primera olida lo que me llevo a buscar raudo un asiento mientras la esperaba. El olor a carne de cerdo provenía de unos cilindros de acero ardiendo con carbón en el fondo cada uno de ellos con un nombre especial Sputnik, Apollo 13 y otros nombres de cohetes espaciales que no me interesó acordarme porque no dejaba de tamborilear la mesa tratando de apurar mi pedido: pierna, costillar, brazo cualquiera puedes elegir pero no preguntar por la sazón que enseguida el carrocero te distrae invitándote a comprar una cerveza mientras hace uso de su buen humor y una esculeada labia. Mientras gozaba de la fuente de chancho al cilindro acompañada exclusivamente de nabos y una que otra tímida mosca me dejaba llevar por el éxtasis al cual me estaba llevando la gordita. Fue ahí que me acordé de una canción de Joaquín Sabina que dice: …Cuidado chaval te estas enamorando.

Previa caminata digestiva y desconcertado por este novísimo placer pensaba en nada más que seguir buscándola. Preguntando por ahí me enviaron a Santa Inés a un local llamado Los Tumbos frente a una iglesia con forma de Tipi americano. Al llegar observe las mesas a mi alrededor y esta vez trate de controlarme pidiéndole al inexperto mozo unas patitas en fiambre. Trataba de poner resistencia mientras conversaba con el gordísimo hijo del dueño, un fanático de Harry Potter y la Piedra Filosofal que seguramente se comió porque en algo se parecían.
Lo siento pero la carne es débil (de la patita digo) y me permití repetir el plato que estaba tan rica como la pierna izquierda de la Sharapova y sí así de rica estaba créanme. Después de esto ya estaba enamorado ¡hasta los huesos! y lo peor es que me gustaba.
Como buen amante del cliché esperé la puesta de sol para consumar mi amor. Había planeado confesárselo todo en la famosa Guisada la velada estaba planeada, poco me importaba lo inseguro del lugar, lo intimidantes que eran sus clientes y mucho menos su higiene yo estaba dispuesto a todas esas tonterías que hacen los enamorados. Pero comía un pescado guisado cuando embelezado se me ilumino la mente con un pensamiento fulminante esta gordita preciosa no tiene dueño, ¡solo sirve para comérsela!.
Las noches siguientes trate de consolarme componiéndole pésimos versos en las servilletas de los puestos de caldo de gallina
Heliogábalos rumiantes flotan por mi mente adormeciéndome,
mientras retraso con placer el cepillado de dientes que acabaría terminando
con mi ensueño pecaminoso y feliz.
Gula mía demórate en irte.

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